Un texto científico, por lo tanto, se basa en la utilización del lenguaje científico. Se trata de un tipo de texto que apela a un lenguaje claro, con una sintaxis no demasiado compleja y oraciones ordenadas. El objetivo es que la información no sea malinterpretada: estos textos, por lo tanto, deben ser precisos.
La intención es que el texto científico sea comprendido por cualquier integrante del grupo al que se dirige. Aspira a la universalidad mediante su terminología específica, que permite traducciones precisas y exactas a otras lenguas sin lugar para las interpretaciones erróneas.
Los textos científicos, por otra parte, presentan enunciados que pueden ser sometidos a la verificabilidad (es decir, que puedan ser comprobados). Lo habitual es que sean producidos en el marco de una comunidad científica para comunicar y demostrar los avances conseguidos en una investigación. Gracias a las revistas de divulgación científica, estos contenidos alcanzan a una mayor cantidad de receptores, aunque estas publicaciones suelen utilizar otro tipo de lenguaje más cercano al lector promedio.
Esta necesidad de sensibilizar, de alguna manera, el contenido de un texto científico surge ante el rechazo que culturalmente se inculca hacia el conocimiento exacto y, ¿por qué no?, hacia la lectura en general. Las matemáticas, la física, la astronomía, son materias cuya complejidad suele ser percibida de una forma exagerada, lo cual produce una suerte de miedo en los estudiantes por creer que no serán capaces de entenderlas.
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